En México, el derecho a una vivienda digna sigue siendo un reto para muchas familias que, a pesar de su esfuerzo diario, no cuentan con un espacio seguro y adecuado para vivir. El hacinamiento es una realidad que vulnera la calidad de vida, afectando especialmente a niños y personas en situación de vulnerabilidad. Garantizar un hogar digno no solo implica construir paredes y techos, sino también brindar esperanza, seguridad y oportunidades de desarrollo. En este contexto, la solidaridad se convierte en un pilar fundamental para transformar vidas y comunidades.
En la comunidad de La Fuente, municipio de Tequisquiapan, vive la familia Reséndiz Soria. Está formada por Emilia Reséndiz, madre soltera de 48 años, quien con esfuerzo y dedicación trabaja como obrera en una fábrica de perillas para sacar adelante a sus dos hijos: Giselle Guadalupe, de 9 años, y su hijo mayor, Víctor Miguel, de 19 años. Recientemente, Víctor ha formado una nueva familia con Gabriela Carranza, de 16 años, y juntos han dado la bienvenida a su pequeña hija, Victoria, de apenas 4 meses.
Los ingresos de la familia dependen principalmente del trabajo incansable de Emilia, quien realiza turnos dobles para asegurar el sustento. Además, Víctor ha comenzado a trabajar como ayudante de plomero para aportar al hogar. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, el dinero que ganan no es suficiente para cubrir todas sus necesidades. Por ello, no cuentan con una vivienda propia y actualmente residen en dos pequeños cuartos que les prestan los padres de Emilia. El espacio es muy reducido, lo que limita su comodidad y no les permite tener enseres propios ni áreas independientes para convivir como familia.
El hacinamiento no solo compromete la salud física, sino también el bienestar emocional de quienes lo padecen. Crecer en espacios reducidos afecta el desarrollo integral de los niños y limita la posibilidad de construir un ambiente de paz y armonía. Por eso, es fundamental unir esfuerzos para combatir esta problemática desde la solidaridad comunitaria, impulsando proyectos que permitan a las familias vivir en condiciones dignas y seguras.
A pesar de las dificultades, la familia Reséndiz Soria no pierde la esperanza. Su espíritu solidario los ha llevado a colaborar en jornadas de construcción para ayudar a otras familias de su comunidad. Esta experiencia no solo les ha permitido contribuir al bienestar de sus vecinos, sino que también ha despertado en ellos el anhelo de contar con un hogar digno, donde sus hijos puedan crecer seguros y felices.
Por ello, se acercaron al equipo de Construyendo con la esperanza de hacer realidad su sueño: tener un espacio propio y seguro para su familia. Confían en que, con el apoyo de voluntarios y aliados solidarios, podrán transformar su vida y brindar a sus hijos un futuro mejor.
Hoy, más que nunca, es momento de demostrar que juntos podemos marcar la diferencia. Construir viviendas dignas no solo impacta a una familia, sino que fortalece toda una comunidad. Sumémonos a este esfuerzo solidario y brindemos nuestro apoyo para que más familias, como la de Emilia, puedan tener un lugar seguro donde vivir y crecer. ¡Juntos podemos construir esperanza!
