La familia López Gutiérrez es un reflejo de amor y esperanza en medio de la adversidad. Lucía, de 24 años, y su esposo Jhonny, de 28, se esfuerzan día a día para construir un futuro mejor para su pequeño Vicente, un bebé de solo 6 meses que ya ilumina sus vidas con su sonrisa inocente.
Residen en un modesto cuarto de 3×4 metros, un espacio prestado que, aunque pequeño, está lleno de sueños y anhelos. Sin embargo, las condiciones económicas son precarias; sobreviven con menos de 300 pesos al día para los tres, una lucha constante que les obliga a priorizar lo esencial. A esto se suma la presión de costear los servicios de luz y agua, que son vitales para su bienestar.
Las noches son especialmente difíciles. El frío se filtra a través de las tejas de hierro de su habitación, y Lucía se despierta con frecuencia, preocupada por la salud de su pequeño Vicente. Cada susurro del viento se convierte en una preocupación, un recordatorio de la fragilidad de su situación. El deseo de brindarle un hogar cálido y seguro se convierte en una carga que lleva en su corazón.
A pesar de las dificultades, Lucía y Jhonny no han perdido la esperanza. Anhelan encontrar un espacio que les ofrezca privacidad y las condiciones necesarias para cuidar adecuadamente a su hijo, un lugar donde puedan crear memorias y fortalecer los lazos familiares.
Recientemente, se enteraron a través de amigos de la labor que realiza Construyendo Comunidades Integrales. Decidieron dar un paso valiente y acercarse para compartir su historia, buscando ayuda con la esperanza de transformar su realidad. Su deseo no es solo mejorar su calidad de vida, sino también el futuro de Vicente, un futuro donde pueda crecer en un ambiente seguro, lleno de amor y oportunidades.
La familia López Gutiérrez nos recuerda que, incluso en los momentos más desafiantes, el amor y la perseverancia pueden abrir caminos hacia un mañana más brillante. Su historia es un llamado a la empatía y a la solidaridad, una invitación a unirnos en la búsqueda de un mundo más justo y compasivo.