En la humilde comunidad de La Fuente, en el municipio de Tequisquiapan, la vida de la familia Molina Sariñana transcurre entre sacrificios y sueños. Eloi Molina, un hombre de 45 años con manos marcadas por el duro trabajo como albañil, se esfuerza día tras día por darle lo mejor a su familia. A su lado, Elena, su compañera de vida de 34 años, dedica cada momento a cuidar de sus tres pequeñas: Frida Sofía, de 12 años, Cataleya, de 11, y la pequeña Lia Elena, de solo 6.
La realidad, sin embargo, es implacable. A pesar del esfuerzo constante de Eloi, el trabajo es inestable, y el ingreso que logra obtener apenas alcanza para lo básico. El techo que los cobija no es propio; viven amontonados en un pequeño cuarto prestado dentro de la casa de la madre de Eloi, compartiendo el escaso espacio con 12 personas más. En este rincón apretado, Frida y Cataleya intentan estudiar, pero no tienen un lugar adecuado para concentrarse. Cada día que pasa, su futuro se ve comprometido por la falta de un espacio digno, donde sus sueños puedan echar raíces.
Y, sin embargo, la esperanza sigue viva. Eloi y Elena sueñan con un hogar propio, un lugar donde sus hijas puedan correr libres, donde Frida y Cataleya puedan abrir sus libros sin el ruido de fondo, donde la pequeña Lia Elena pueda crecer sin las limitaciones que hoy enfrentan. Sueñan con un futuro donde el calor del hacinamiento sea reemplazado por la calidez de un hogar lleno de amor y dignidad.
A pesar de las dificultades, no han perdido la fe. Saben que con el apoyo de voluntarios y aliados de Construyendo, el sueño de un hogar propio podría convertirse en realidad. Un hogar donde sus hijas, por fin, puedan tener la oportunidad de ser quienes quieren ser. Un hogar que les permita soñar con un mañana más brillante. Un mañana que aún está por llegar, pero que, con el esfuerzo y la solidaridad de muchos, está cada vez más cerca.