
Juan Ricardo Sandoval Capristo, de 30 años, trabaja en los invernaderos de su comunidad, mientras que su esposa Miriam Solano González, de 32 años, se dedica al cuidado del hogar y de su hijo Ricardo Isías, de 4 años, quien ya asiste al preescolar. Desde hace seis años, la familia vive en una casa prestada por la suegra de Juan Ricardo, donde comparten el espacio con otros familiares, sumando un total de cinco personas en el mismo hogar.
La vivienda, aunque les brinda un techo, no ofrece las condiciones necesarias para una vida digna. El piso es de cemento, las paredes también son de material firme, pero el techo es de lámina y la cocina está construida con cartón. Solo cuentan con una ventana y el baño —un medio baño— está afuera de la vivienda. A pesar de estas limitaciones, la familia se las ha arreglado para tener una estufa eléctrica, algunos electrodomésticos y un ropero en su cuarto.
Los gastos semanales en comida ascienden a $1,500 pesos, y al mes pagan $100 de agua y $300 de luz. Aunque su situación económica es limitada, han logrado mantener los servicios básicos. La comunidad donde viven les brinda cierta accesibilidad: la escuela está a solo 5 minutos caminando, el centro de salud a 10 minutos y la tienda más cercana a solo 3 minutos. La mayoría de las personas en la zona, al igual que Juan Ricardo, trabajan en el campo.
El sueño de Juan Ricardo y Miriam es poder construir una vivienda propia, un espacio digno y seguro donde puedan ver crecer a su hijo, sin las limitaciones de vivir en un espacio prestado. Su esfuerzo diario y su compromiso con el bienestar de su familia los impulsan a seguir adelante, confiando en que, con apoyo, podrán alcanzar ese anhelo tan importante: tener un verdadero hogar.