
Samantha tiene 27 años y trabaja en el campo. Es madre de cuatro pequeños: Areli, de 10 años; Alexa, de 8; Joshue, de 7; y Judith, de 5. Desde hace año y medio viven en casa de su madre, luego de cambiarse de domicilio por razones laborales. En ese espacio conviven 12 personas, lo que vuelve muy difícil llevar una vida con orden y tranquilidad. Samantha se hace cargo sola de sus hijos, sin ningún apoyo de los padres, y su salario apenas alcanza para cubrir lo esencial: comida, transporte y servicios.
La vivienda que habitan tiene piso de cemento y tierra, paredes de ladrillo y un techo de lámina en casi toda su extensión, excepto una parte de concreto. Aunque el baño es completo y está dentro de la casa, solo tienen una ventana clausurada, lo que impide que entre la luz natural. Cinco personas duermen en una sola cama, y todos los electrodomésticos se comparten entre las 12 personas que habitan el lugar. La falta de espacio y privacidad afecta el descanso, la salud y el bienestar emocional de la familia
.El centro de salud más cercano está a 30 minutos, y solo pueden llegar en transporte o pidiendo un raite. La tienda y la escuela están más cerca, a unos minutos caminando, pero eso no compensa las duras condiciones que enfrentan día a día. Samantha trabaja incansablemente para sacar adelante a sus hijos, con la esperanza de ofrecerles un hogar propio, un lugar donde puedan crecer en libertad, sentirse seguros y construir su propio futuro.
Hoy, gracias a Construyendo, esa esperanza comienza a convertirse en realidad. Esta vivienda no es solo una estructura: es un acto de amor, solidaridad y justicia. Cada panel y cada alambre colocado por las manos de voluntarios será parte del nuevo comienzo de Samantha, Areli, Alexa, Joshue y Judith. Porque Construyendo no solo edifica casas: construye dignidad, comunidad y futuro. Tú, voluntario y aliado, puedes ser parte de esta transformación real. Juntos, hagamos posible que esta familia finalmente tenga el hogar que merece.