
La familia Cárdenas Becerra, conformada por Adriana (46 años), una maestra dedicada que trabaja en una telesecundaria rural, y Eliseo (39 años), un hombre que con esmero forma parte del personal de limpieza, sueña con un futuro mejor. Junto a sus tres hijos, Ayde (12 años), estudiante de secundaria, Perla (9 años), que cursa la primaria, e Ian (5 años), viven en Tequisquiapan, Querétaro. Aunque sus corazones laten llenos de esperanza, su realidad es dura y desafiante.
El hogar que comparten es pequeño, apenas dos espacios reducidos donde los cinco deben acomodarse. En una habitación, con solo dos camas individuales, se esfuerzan por encontrar comodidad; a menudo tienen que recurrir a colchonetas o cobijas en el suelo para dormir. La casa, que alquilan con gran sacrificio, está deteriorada; el techo tiene filtraciones que convierten cada tormenta en una lucha contra la humedad.
Adriana y Eliseo trabajan con dedicación y amor por sus hijos, pero las condiciones de hacinamiento y la falta de oportunidades hacen que el sueño de un hogar propio parezca distante. El costo de la renta y los gastos educativos de sus hijos pesan como una carga que retrasa ese anhelo. Sin embargo, en medio de las dificultades, su esperanza sigue viva, y por eso se han acercado a Construyendo, con la fe de que, algún día, podrán llamar a un lugar “hogar”, un lugar donde sus hijos puedan crecer con seguridad y dignidad.