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FAMILIA SÁNCHEZ SÁNCHEZ
Tener una vivienda digna no es un lujo, es una necesidad esencial que sostiene el bienestar físico y emocional de toda familia. Es el punto de partida donde florecen los sueños, la seguridad y el sentido de pertenencia. Para muchas familias en comunidades rurales como Ocuituco, Morelos, este derecho básico aún está lejos de alcanzarse. Viven en condiciones precarias, en espacios reducidos, con estructuras inestables que limitan su desarrollo y ponen en riesgo su salud y dignidad. Aun así, cada día, muchas de ellas siguen luchando con esperanza, sabiendo que un hogar propio puede transformar sus vidas para siempre.
Miriam, de 43 años, es madre soltera de tres hijos: Irving, de 22 años, estudiante de nivel superior; Samuel, de 15, quien cursa el bachillerato; y Karla, de apenas 6 años, que va a la primaria. La familia vive en Ocuituco, y Miriam trabaja largas jornadas como jornalera en un invernadero en Yecapixtla para sacar adelante a sus hijos.
Su casa es una pequeña construcción de un solo cuarto, donde los cuatro comparten todo: el espacio para dormir, estudiar y descansar. La cocina se encuentra fuera de la vivienda, improvisada con láminas y lonas. El lugar, con el paso del tiempo, se ha vuelto inadecuado y riesgoso para seguir habitándolo.
Hace algunos años, la familia enfrentó uno de sus momentos más difíciles: Irving, el hijo mayor, sufrió un accidente grave que puso su vida en peligro. Gracias al seguro médico de su escuela pública y al amor inquebrantable de su familia, logró recuperarse. Sin embargo, las secuelas emocionales y económicas siguen presentes. A pesar de todo, Miriam y sus hijos mantienen viva la esperanza de construir un futuro mejor.
Por eso, se han acercado al equipo de Construyendo, con el corazón lleno de ilusión. Saben que un hogar digno no solo les dará un techo seguro, sino también la oportunidad de vivir con mayor tranquilidad, de seguir soñando, y de crecer como familia.
Y es aquí donde entra el valor más poderoso que tenemos como sociedad: la solidaridad. Cuando una persona se une a una causa como la de Construyendo, no solo ayuda a levantar muros de concreto, sino también a fortalecer los lazos que nos unen como comunidad. Ser voluntaria o voluntario es entregar tiempo, esfuerzo y amor para que otras familias, como la de Miriam, tengan la oportunidad de empezar de nuevo. Juntas y juntos, podemos demostrar que cuando hay voluntad y empatía, no hay sueños imposibles.
